Greenhouse

Greenhouse
Kamabai (Sierra Leona)

sábado, 29 de octubre de 2011

Tengo derecho a ser un niño


Salí de casa de los frailes en dirección a la “guest house”. De repente, como una sombra entre esquinas, noté la presencia de alguien inmóvil. Lentamente me giré sobre mis pasos y volví la cabeza. Mi linterna comenzó a subir tímidamente hasta que conseguí enfocar a un niño que se encontraba tumbado sobre el banco del porche.
Durante unos segundos me quedé enfocando al chico que apenas tendría 12 años. Quizás durante ese tiempo tuve la sensación de que únicamente mirándolo comprendería el por qué de encontrarse ahí tumbado. Dormía sereno, sin miedo, como si dormir en la calle se tratara de una costumbre para él. Entonces con suaves palabras le desperté. Su primera reacción fue taparse la cara. –Tranquilo, no te voy a hacer daño. ¿Por qué estas durmiendo aquí? Le dije mientras apartaba la linterna y la enfocaba sobre mi rostro.- Yo, solo quiero dormir.
Por primera vez en la vida tuve la sensación de haber recibido una paliza. No una paliza física, si no emocional. Sentí como me robaban las palabras, como si alguien en mi cabeza me impidiera soltar sonido alguno y me dijese.- Piensa otra cosa, esa no vale.
Salió José Luis y entre ambos pudimos entender que aquel chico no tenía otro lugar donde ir, donde dormir, donde poder soñar tranquilo. A lo mejor hace tiempo que dejó de soñar para solo regalarle al cuerpo, unas pocas horas de tregua. A lo mejor este chico hace tiempo que dejó de ser un chico y se convirtió en un superviviente. Pero esta es la realidad que hoy en día viven muchos niños y niñas en Sierra Leona. Niños y niñas, que por motivos ajenos a su persona, dejaron de serlo. Que viven diariamente cosas indescriptibles y que por supuesto ni ellos mismo se plantean el por qué.
Ni ellos mismos son conscientes del ahora.


Y entonces, dado que ellos no pueden preguntarlo, lo haces tú: ¿Por qué te ha pasado esto? ¿Por qué te está pasando esto? ¿Por qué no existe una solución?
Prácticamente 1 de cada 4 niños quedan huérfanos, privándoles de uno de los derechos más importantes de la persona: El derecho a ser niños.

Apenas existen precedentes sobre la adopción en Sierra Leona por parte de familias españolas. Hoy en día la mayor parte de las referencias que podemos encontrar corresponden a adopciones realizadas por familias norteamericanas. En mayo de 2009 el gobierno de Sierra Leona anunció la suspensión de los procesos adoptivos y la creación de un comité por parte de los servicios sociales del país, para trabajar en la redacción de una nueva ley de adopción.
Dese entonces, no se han producido adopciones. En los últimos 5 años, menos de 40 menores han sido adoptados y teniendo en cuenta que 4 de cada 10 niños mueren en el parto y que el 40 % no llega a edad adulta, ¿no debería de hacerse algo para agilizar este proceso que desde el 2007 se encuentra prácticamente paralizado?
Dado el elevado porcentaje de muertes maternas durante el parto (dos de cada ocho mujeres) es significativo tener en cuenta, la cantidad de niños que nada más nacer quedan huérfanos y a expensas de ser acogidos por otras familias.
Es triste bajar la cabeza cuando pasas al lado de alguien que no tiene nada. Aunque, es más triste mirar indiferente a alguien que carece de todo. Pero es aun más triste, apartar de tu camino a alguien que no tiene absolutamente nada. Y todo por un sentido burocrático que hoy en día, no hace mejor a nadie. 




Sierra Leona: individualmente globalizado

Cuando se habla de Sierra Leona, nos vienen a la mente, datos que aterrorizan nada más ser recordados. Entonces, de forma instintiva, suspiramos y bajamos los ojos hacia el suelo, como si de alguna forma sobre su tierra, estuviese escrita la solución final para acabar con tales estadísticas.
Pensamos en una situación global que afecta a 5 millones de habitantes y que la hacen situarse en el puesto 158 en el índice de desarrollo humano. Tenemos noticias de una guerra civil que duró 11 años y que se cobró 50.000 vidas, que devastó comunidades  enteras y dejó muchas más traumatizadas física y emocionalmente.
Hemos visto películas, documentales, cortometrajes, fotografías y hemos oído testimonios que forman parte de recuerdos que poco a poco van desapareciendo en la complejidad de nuestras mentes, de un lugar aparentemente olvidado.
Entras a formar parte de su cultura y sus costumbres. Empiezas a hacer amigos y empiezas a sufrir con sus problemas. Te duelen hasta las heridas que se hacen y sufres por la muerte de sus familiares. Entonces empiezas a conocer a Sierra Leona por sus verdaderos nombres: Mohamed, Ali, Adama, Bintha, Husman, Paul,… Y empiezas a interiorizar la verdadera historia de Sierra Leona, aquella que no te deja mirar hacia la tierra, si no a los ojos de quien te la cuenta.
En cada una de las familias hay una historia más sorprendente que la anterior. Y ya no se trata de una guerra civil, de los niños soldados o de un gobierno que se hace llamar democrático constitucional, no. Se han cumplido más de 20 años desde el estallido de la guerra civil en Sierra Leona y aun así seguimos recordando a este país por estos sucesos que de alguna forma nadie quiere recordar. Porque amigos míos, a la gente de Sierra Leona, no le gusta hablar de la guerra.
Buscamos la globalidad, y eso es algo muy bello. Pero no todo tiene que estar regido por este criterio. Es mucho más sencillo amar a cada uno de estas personas y comprenderlas individualmente. No como un país, si no como un nombre: Mohamed, Ali, Adama, Bintha, Husman, Paul,…






Si yo fuera,…

Si fuese un árbol, sería un COTTON TREE
Si bebiese de una palmera, sería de una MASANKI
Si fuera un saludo, sería WALLY WO
Si fuera un dolor, sería BODY THE WAAARM
Si pudiera quitar una enfermedad, sería LA MALARIA
Si pudiese elegir un presidente, sería INCORRUPTO
Si tomara como nunca, sería con POYO
Si comiera un dulce, sería el CANYAH
Si condujese sin destino, sería entre LA SELVA
Si fuera a una baffa, estaría en KAMAHERA
Si encendiese un fuego, estaría entre TRES PIEDRAS
Si fuese un hombre, sería  KIABAH WO KAHIYE
Si fuese una luz, sería la de una LUCIÉRNAGA
Si callera una lluvia, que la vea desde la GUEST HOUSE
Si estudiase una lengua, sería LIMBA
Si fuese una palabra, sería LIBERTAD

jueves, 6 de octubre de 2011

Verde que te quiero verde


¿Hay algún color más bonito que el verde? Si tuviese que definir los dos tipos de verde más importantes, serían: el verde esperanza y el verde naturaleza. Estos dos tipos de verde los he tenido y los sigo teniendo en las últimas semanas en el invernadero.
El verde esperanza, porque nunca renuncié a tenerlo. Creo que esta esperanza es la que nos hace fuertes y constantes en nuestros actos. Posiblemente es la más perdurable y la más satisfactoria. El verde naturaleza es la recompensa a un trabajo y a un esfuerzo. Es un resultado y a la vez un sueño.
Ahora imaginar un invernadero con nuevas plántulas dispuestas a crecer. Diversos cultivos: pepinos, judías, tomates, melones, pimientos,… que crecen entre las líneas como un aliento en invierno, fuertes, valientes y sin ningún tipo de complejo.
A lo mejor no son los cultivos mejores del mundo, pero eso no es lo importante. Ellos se sienten privilegiados por formar parte del primer invernadero de Sierra Leona, y yo me siento importante al formar parte de su crecimiento.

Ahora parece que las cosas empiezan a acompañarnos. No tenemos plagas y la temperatura ha bajado un poco, no lo suficiente, pero da tregua. Adama empieza a dominar las técnicas de cultivos y está familiarizada con la nomenclatura y la toma de datos. Estoy orgulloso del invernadero y sobre todo de Adama, ojalá todo siga como hasta ahora y podamos sacarlo adelante.
Ojalá el invernadero este verde, siempre verde.


Kadiwiona

No he dejado de recordar la última frase que me dijo mi padre: “Ten cuidado, que contra más tiempo llevas en un sitio, más osado te vuelves”. Y es cierto!!! Hace unos días, Rubén y yo decidimos hacer una pequeña excursión a una montaña que se encuentra en frente de la misión. El problema es que en época de lluvias hay tanta vegetación, que la gente local evita de todos modos subir a la montaña por miedo a resbalarse o a encontrarse con algún animal indeseado. Ahora es difícil encontrase con serpientes, ya que, la mayoría, se encuentran en zonas altas resguardadas de la lluvia, pero siempre hay animales que no puedes esquivar.
Salimos a las 16:00. Nada más salir, una trompa de agua empezó a descargar sin ningún tipo de compasión. Es difícil comprar una tormenta cuando vendiste hasta tu último abrigo para venir a Kamabai, pero aquí, las cosas son más fugaces que las decisiones y en cuanto nos dimos cuenta empezamos a ascender por la montaña. Tuvimos suerte y unos chicos nos acompañaron por todo el camino. En cuanto nos vieron acercarnos a la montaña corrieron tras nosotros. Siempre es una oportunidad poder ir junto a un blanco. “Los potos son ricos”!!,- dicen


El problema es la cantidad de vegetación que hay, hasta tal punto, que los niños iban quitando con machete las hierbas más altas. Pasamos por debajo de un árbol y por el movimiento de las hojas unas abejas que se encontraban en su panal, salieron y fueron a atacar a la persona que mas podían ver. A mí. 7 picaduras de abeja, tres en la cabeza, una en el cuello, dos en el brazo y una en la mano. Al principio pensé que había sido algo peor, porque nunca había sentido tanto dolor en la cabeza, pero conforme corría empujando a los chicos que tenía en frente, ellos reían y gritaban “bees”.
La verdad es que a simple vista no tenía ningún hinchazón y no me encontraba mal, así que seguimos subiendo. Llegamos a lo más alto posible y pudimos contemplar unas vistas de ensueño. La misión, que parece un punto de referencia, se vuelve ínfima con la inmensidad de las palmeras y el invernadero queda reducido a nada, mirándolo a través de los mangos.


Toca la hora de bajar, los chicos no tienen ni idea de cómo empezar a hacerlo. Tenía que haberos dicho que para subir trepamos por rocas y hierba, que si hubiésemos querido repetir bajando, habríamos firmado nuestra muerte. Al final los chicos encontraron el camino y después de 3 horas de marcha volvimos a la misión. Un gran día!!
Pasé una noche bastante mala y cuando desperté pude comprobar que tenía la mano hinchadísima. A penas se me distinguían los nudillos y un picor intenso me recordaba que mi cuerpo aun no está hecho para luchar contra este tipo de veneno. Un urbason y las pilas cargadas.
Decidimos seguir con nuestra aventura y al siguiente día decidimos, hacer una nueva marcha. Nos fuimos de nuevo, Rubén y yo de camino a Kassassi. Después de cruzar el pueblo y charlar con la gente, empezamos a subir por un sendero que ponía destino a la montaña más alta de la región de Kamabai. Teníamos por delante 4 horas para llegar hasta arriba y volver. El camino se desviaba continuamente y teníamos que hacer esfuerzos para recordar cada una de las bifurcaciones. De nuevo teníamos que pasar entre hierbas, pero esta vez el sendero era claro y no teníamos peligro de encontrar algún animal y pisarlo. El problema es la cantidad de roca con musgo, ríos y zonas mojadas que tenemos que pasar. Cada dos por tres tenemos resbalones y un mal paso aquí puede suponer un gran susto, como más adelante os contaré.
Después de dos horas y media de subida, estábamos muy próximos a la cima. Entonces comencé a encontrarme bastante débil. No sé si era el urbason o que simplemente había desayunado poco, pero mis fuerzas cada vez eran menores. Después de todas las marchas que he podido hacer con mi padre, volverme sin coronar lo más alto me ponía los pelos de punta. Pero, dado el problema que supondría quedarnos aislados en aquel lugar, decidimos volvernos y llegar a la hora de comer a la misión.
Empezamos a bajar y en ese mismo instante nos encontramos con un chico local, el cual, a la larga, supondría nuestro salvador personal. Este chico se llamaba Mohamed, y no tenía ni idea de inglés. Solo hablaba Krio pero conseguimos entendernos un par de frases. Es increíble hasta que punto podemos entendernos cuando existe una necesidad de hacerlo.
Cuando apenas llevábamos 10 minutos de bajada, Rubén, que se encontraba delante de mi, sufrió un resbalón quedándosele el pie derecho enganchado en una grieta. El ruido que salió de su pierna me puso los pelos de punta y junto con el grito de dolor que salió de su boca confirmaron el peor de los resultados: Se acababa de romper el tobillo.
Le tranquilicé lo que pude, pero no paraba de gritar, entonces le quité la bota y el calcetín y una pelota de tenis sobresalía de su tobillo.- No es para tanto-, le dije, pero dentro de mí el miedo empezaba a dominarme por completo. Mohamed, que se encontraba junto a nosotros nos miraba tranquilo, sereno y sonreía cada vez que me llevaba las manos a la cabeza pensando que hacer. Le expliqué que la única solución era que bajara rápido al pueblo (Kassassi), pidiendo ayuda y que vinieran a buscarnos. Estábamos a 2 hora y media del pueblo, más la otra hora y media de subida, suponían tres horas que teníamos que aprovechar en nuestro beneficio. Mohamed salió como una bala y entonces decidimos que no podíamos quedarnos allí, que los mosquitos nos comerían vivos.


Ahora el mérito de Rubén es incalificable. Aun con la pierna como la tenía, apoyado en mí, y con mareos cada dos por tres, conseguimos bajar durante 1 hora con un paso de tortuga. No teníamos agua y tampoco cobertura así que nuestra única esperanza era que desde el pueblo hubiesen salido en nuestra búsqueda. Eran las 14:00 y aun nos quedaban 5 horas de luz, en 5 horas teníamos que llegar al pueblo como fuese. Entonces en ese momento empezamos a escuchar voces y rápidamente vimos como desde la frondosa maleza a parecían unas diez personas que venían en nuestra búsqueda. En un perfecto inglés nos dijeron que venían a por nosotros y directamente cargaron a hombros a Rubén. La velocidad de bajada del chico que cargaba con Rubén, era mucho mayor que la que podría llevar yo en línea recta y corriendo. Además, destacar que todos iban descalzos.
Después de una hora turnándose entre los salvadores y el paso de Rubén, empezamos a distinguir la montaña y el árbol que marcan el camino del pueblo. Un Cotton tree, posiblemente el más bonito que haya visto nunca.
De repente un claxon sonó como un ahogado eco de salvación, estaba José Luis esperándonos con el coche. Por fin!!!
José Luis nos contó que había llegado un chico desde Kassassi diciendo que había dos blanco en la montaña de Kassassi, que les habían ido a buscar los locales pero que no tenían cobertura para llamar a la misión.
Después pensándolo muy tranquilamente he llegado a la conclusión que Mohamed estaba allí con nosotros porque de algún modo tenía que estar. Podía habernos pasado caminando en cualquier momento, pero prefirió durante 15 minutos acompañarnos en nuestra bajada. Pensamos que no entendía nada, pero de alguna manera nos salvó de un gran susto. Antes de ver las fotos en el ordenador, creí que no iba a salir en ninguna, como si las fotos que nos hicimos junto a él, iban a estar veladas por algún hecho inexplicable. Pero no es así. El sale en las fotos y esta es su cara.


Soy consciente, y cada día más que hay que tener mucho cuidado por donde se pisa, por donde se anda y sobre todo con quien vas. Esto me sirve para tomar conciencia de mis actos, para no volverme osado y sobre todo para ver que aun existen ángeles dentro de las espesuras de los bosques.
 “A veces las cosas suceden como suceden, no hay que acobardarse, sino tranquilizarse y pensar cómo salir de la situación, porque todo tiene un final y los mejores finales son aquellos por los que se lucha de forma incansable”.



Pa Bangura

Hombre pintoresco donde los haya. Curtido por el paso de los años y con un historial de trabajo envidiable. Así es Pa Bangura, uno de los últimos grandes maestros de Kamabai cuya calidad humana marca la diferencia entre lo bueno y a lo que todo el mundo quisiéramos aspirar en la vida.
Vive en lo alto del camino, en frente de la Misión, junto a un mango y la casa del sobrino del presidente. Le encanta salir a su porche y relajarse en él. Ver a las personas pasar y de vez en cuando saludarles efusivamente con la mano.
Posiblemente el otro día viviera una de las grandes experiencias de mi estancia en Sierra Leona. Algo tan sencillo como este hecho, como este acto, como este sueño, pueda significar uno de los momentos más auténticos y bellos de toda mi vida.
Me encontraba en el invernadero trabajando junto a Adama y Ali. Estábamos, como no, terminando de cambiar la tierra del invernadero. De repente una melosa canción empezó a salir desde lo más alto de la carretera hacia Kabala. Rápidamente volví la mirada hacia a Adama y la pregunté que sucedía. Ella solo sonrió y me invitó a salir junto a ella.

Desde el otro lado de la valla crecía, como una serpiente saliendo de su madriguera, una fila de chicos y chicas que provenían de la escuela primaria y secundaria. Vestidos con sus uniformes inmaculados y cantando con dulzura, se dirigían hacia la casa de Pa Bangura.

Pa Bangura hace pocos años se jubiló como profesor  de la escuela primaria de Kamabai debido a una trombosis y a su edad. Como consecuencia de ello, cada año, los profesores de la escuela junto con sus respectivos alumnos dedican un día de comienzos del curso para rendirle un homenaje y hacerle una visita. Esto se hace desde hace varios años y cada año que pasa, Pa Bangura crece más como persona y como profesor.

Las canciones le dan las alas que necesita para moverse y las sonrisas de los niños la fuerza para levantarse un nuevo día y ver pasar las generaciones que año tras año él fue formando.
Un reconocimiento, una palmada en la espalada, un “bien hecho”, un “enhorabuena por tu trabajo” son cosas sencillas que pueden hacer sacarte una sonrisa, que pueden dar un sentido a tus actos y que sobre todo, puede cambiar tu vida. No es tan difícil valorar las cosas buenas que hacen los demás, es más sencillo de lo que parece, solo basta con: ver en vez de mirar, de sentir en vez de pasar, de ser en vez de estar y de querer en vez de dejar.

Poesía herida a África

Quiero compartir con vosotros esta poesía cuyo autor demuestra en su más sincero interior que en su piel tiene tatuado a África y en su corazón los sentimientos que le han formado como persona.



De rizado pelo,
Pigmentos morenos
hay en tu piel.

Subestimada es tu capacidad
de ser y actuar.

África dolida,
costumbres de antaño,
búsqueda de la identidad perdida,
en cada ardid, cada engaño.

Brillante sol que se expande
sobre selvas inmensas,
Sabanas ardientes,
Viva Naturaleza.

Música de tambores,
ritos despiertos,
lengua de bosques tupidos,
fuerza de músculos tensos,
fuertes brazos que se tienden,
vil esclavitud, indolente,
sobre mundos descubiertos.

Corazones ardientes
Ansias de libertad
¡Cuan amargos son los pasos
Para construir la felicidad!

Ideales humanos latentes
En cada grito ansioso,
En cada gota de sudor
sobre un cuerpo sin reposo.

En cada lágrima vertida,
En cada sueño trunco,
Una esperanza dormida
Tras un nuevo abuso.


África querida, ¿quién levantará tu dignidad?