Greenhouse

Greenhouse
Kamabai (Sierra Leona)

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Cooperantes

Gracias a todos los cooperantes que han hecho posible que haya disfrutado de la vida aquí en Sierra Leona. A todos ellos que se han convertido en mis amigos y me han dado la fuerza suficiente para sostenerme un nuevo día.
Por sus palabras, sus ánimos, sus sentimientos. Por regalarme momentos únicos, risas incalculables, sueños eternos. Por presentarse en mi vida como una oportunidad.
A todos ellos. Muchas gracias.
-          Juan Antonio
-          Alegría
-          Gonzalo
-          Marta
-          Blanca
-          Antonio
-          Rocío
-          Rafael
-          Fátima
-          Natalia
-          Guillermo
-          Carlos
-          Rubén
-          Oscar
-          Gloria
-          Paula
-          Isa Altuna
-          Inés Parrondo


La Misión de Los Agustinos Recoletos

Una vez tuve un sueño. En ese sueño veía la unidad entre los pueblos, la unidad entre los espíritus y sobre todo la unidad entre pensamientos. Una vez tuve un sueño y es difícil pensar que a los 26 años lo he visto hacerse realidad. Gracias a personas como las que he tenido la suerte de conocer en Kamabai, que se encuentran en muchas partes de mundo, con una misión de ayuda y desarrollo.
Hoy puedo decir que ese sueño se ha hecho realidad, gracias a que en el mundo, existen personas como los Agustinos Recoletos. Personas que por encima de todo te respetan y te ayudan en la vida. Que te hacen sentir participe de una cadena que desde hace años están construyendo eslabón a eslabón.  Cada uno de los eslabones es una persona que ha sentido, llorado, ilusionado, reído, amado y sobre todo soñado. Cada uno de los eslabones representa un nuevo niño al que han salvado, un nuevo pueblo al que han ayudado, una nueva herida que han sanado.
Y estoy orgulloso por encima de todas las cosas de formar parte de este eslabón tan cuidadosamente ensamblado.
He aprendido tanto de ellos que me siento afortunado. Lecciones de la vida que te hacen sentir parte de ella y te invita a afrontarla de nuevo.
Os quiero regalar algo que me dijo José Luis una vez que me vió llorando por la desesperación de lo que aquí se vive:
“Una vez dos personas andaban por la arena aprovechando que la marea estaba baja. La vista les regaló una preciosa estampa de estrellas de mar. La arena estaba cubierta de miles de ellas que agonizaban por recuperar de nuevo la libertad del mar. Uno de los chicos comenzó a tirar las estrellas una a una y ante el acto aparentemente irracional del mismo, su amigo le pregunto:- ¿Por qué las estas arrojando al mar, cuando hay miles de ellas en la arena y no vas a poder salvar a todas? A lo que su amigo le contestó: - Es imposible salvar a todas las estrellas, y con un movimiento rápido se agacho y cogió a una de ellas entre sus dedos, - pero al menos a esta, la vida le ha regalado una segunda oportunidad-. En ese momento se llevó la estrella hacia sus labios la besó y la tiró lo más lejos que pudo al mar”.
Esto representa lo que Ellos están haciendo diariamente en muchas partes del mundo. Cada día nos regalan una nueva oportunidad, cada día nos ayudan, dentro de sus posibilidades  a seguir adelante en la vida.
Gracias a todos vosotros.

A la cuarta va la vencida


Me encuentro en medio de la selva y empiezo a mirar a ambos lados. Compruebo como Medo, que está delante de mí, se mueve de forma sigilosa, hasta tal punto que ni siquiera yo, que me encuentro a dos pasos de él, puedo escuchar su movimiento. La diferencia entre ambos es clara, cada vez que doy un paso todas las ramas de Sierra Leona se rompen sobre mis pies. El sostiene un fusil con su mano derecha, mientras que con la izquierda va separando cuidadosamente las ramas que se interponen en su paso. Detrás de mí se encuentra Adama, la cual me va señalando diferentes lugares donde se producen movimientos con el fin de que esté atento.
De repente un ruido pone en alerta a Medo, parece que estamos cerca. Nos mira con una sonrisa en la boca y desviando la mirada nos invita a mirar un árbol que como mínimo estaría a 30 metros. Esta vez he sido prudente y me he traído las gafas de ver de lejos, no me podía permitir perderme algo así.
Por fin noto como las ramas se mueven y espero con la boca abierta ver una silueta, aunque, esta vez no he estado lo suficientemente atento.


Llevo mucho tiempo deseando ir a la selva con Medo, pero después de tres intentos comencé a perder la esperanza. Pero lo que se hace desear, aumenta de valor y entonces llegó el día. A las 6 de la mañana a penas ha salido el Sol en Sierra Leona, pero a partir de esta hora empieza a hacer un calor tan asfixiante que es difícil moverse con ligereza. A esta hora nos dirigimos a un poblado cerca de Mile fourteen, Medo, Adama, Hassan y yo. Medo y Hassan son dos de los cazadores con mayor reputación en Sierra Leona, así que de alguna me siento afortunado.
Después de adentrarnos en la selva, salvar cantidad de obstáculos, riachuelos y ver infinidad de bichos, Medo y Hassan se separan sin decir una palabra. No se si lo habrían hablado antes, creo que no, pero después de tantos años cazando juntos, saben perfectamente lo que tienen que hacer en cada situación. Adama y yo seguimos a Medo, muy de cerca, pero aunque se mueva sigiloso, su velocidad es mucho mayor que la nuestra. De repente llegamos a un claro en frente de un riachuelo, el cual, curiosamente tiene las ramas de un árbol que pasan celosamente a unos cinco metros de altura. Parece un buen sitio. Medo con un gesto de la mano nos sugiere que nos agachemos, quiere atraerle hacia nosotros.

Tengo la cámara de video preparada, y aun así la miro cada pocos segundo para asegurarme de que está encendida. Después de esperar durante una hora en el interior de la selva de repente noto como Adama golpea mi hombro y señala enfrente de mí. Por la parte derecha empiezo a ver como las ramas de los arboles se empiezan a mover de forma frenética, tanto que empiezo a tener miedo por lo que pueda salir entre la espesura. Y al fin lo veo. Una familia de monos pasa a apenas a 15 metros de mí. Se mueven con movimientos agiles, tanto que prácticamente no puedo disfrutar de tal maravillosa visión. Corrían huyendo de algo, o mejor dicho de alguien. Yo también huiría si me encontrara de frente con el mejor cazador de Sierra Leona. Pero esta vez Medo no tenía la intención de disparar, solo quería enseñarme una de las mayores grandezas que tiene esta tierra, una suerte para la naturaleza, una suerte para aquellos que la podemos disfrutar.

Jose Luis

Ojo de halcón, Chaparrito, Pulga, Chow y Grandpa.
De lengua afilada y contestación rápida.
Con “mi reina” en la boca y “las mañanitas” en su bandurria.
Nunca repite las historias, ya que siempre suenan a nuevas.
Profesor de la vida, ha aprendido tanto de ella, que humildemente hablando dejo de serlo hace tiempo.
De apetito exagerado, aunque solo desde fuera se vea que, media barra  no es una migaja.
De paso lento aunque ágil en movimientos.
Barcelonista por incordia, osasunista de corazón.
La vida le premió con una segunda oportunidad.
Le aman por lo que ha hecho, por lo que hace y por lo que hará.


Destinado a iniciar los caminos, los proyectos, las peleas,…
De voz apagada y tos nocturna.
Presume de los que ama
Muchos nos sentimos orgullosos de conocerle.
Gracias.


sábado, 12 de noviembre de 2011

Podría,...

Podría “escribir los versos más tristes esta noche”, como bien dice Neruda, pero sonarían a despedida.
Podría “pasar o quedarme, pero lo nuestro es pasar”, como bien dice Antonio Machado, pero aunque parta a otra tierra, siempre un recuerdo se queda entre estos 2 mares.
Podría “dejar yo, de ser yo”, como bien dice García Lorca, pero entonces no contemplaría las estrellas de este cielo.
Podría “dejarme la esperanza”, como bien dice Miguel Hernández, pero entonces no creería en esta tierra.
Podría “volver y dar en silencio la espalda”, como dice José Zorrilla, pero entonces no habría comprendido la inmensidad de África.

Podría un “nuevo pensamiento mío, quedar desvanecido en el viento”, como bien dice Lope de Vega, pero el harmatán siempre da tregua cuando se trata de esperanza.
Podría “¡oh sabia sabiduría, saborear el no ser!...”, como bien dijo José Bergamín, pero tras un nombre y una historia todos somos parte de algo.
Podría “cerrar mis ojos la postrera sombra  que me llevare el blanco día”, como bien dice Quevedo, pero entonces no vería las verdes montañas de Sierra Leona.
Podría “esperar a la orilla de la chimenea”, como bien dice Joaquín Sabina, pero entonces me perdería mi último suspiro.
Podría dedicarte mi vida, como bien hacen los que te aman.
Te quiero Sierra Leona

Un escalofrío, pero no de frío


Ayer escuché algo que necesitaba, algo que me hizo sentir felicidad. Y digo felicidad, porque no podría justificar ese escalofrío que sentí de otra manera.
Poco a poco vas entendiendo a tu cuerpo y cada una de las sensaciones que tienes a lo largo de tu vida, van formando parte del pasado, porque después de 26 años, hay pocas sensaciones que no haya sentido. Pero esta sensación fue distinta y podría decirse que es una sensación que me permite partir tranquilo, como si por fin me cortaran los tirantes que me unían a esa pesada mochila. Y esto sucede de repente, como las grandes cosas que tienen un eco en la eternidad, al menos a título personal.

Ayer, después de casi 6 meses con Adama esta me dijo:
-          Marco, me encanta el invernadero, está tan bonito,… cada vez que me encuentro dentro estoy feliz y sé que soy afortunada de poder trabajar en él.

 No hacían falta más palabras. Respiré hondo y curiosamente esta vez, me entró mucho mas aire del que estaba acostumbrado. Asique levanté la cabeza, tan alto como pude y sentí como mis pasos acompañaban mi cuerpo. Poco a poco me fui alejando del invernadero sin mirar atrás, porque sabía que estaba en buenas manos, mejor dicho, sabía que estaba en las mejores manos.

Asociación cooperativa

El domingo pasado recibí una agradable visita. El señor Carlo Wong, de origen asiático, vino a realizar una visita al único invernadero de toda Sierra Leona. Fue magnífico ya que nada más entrar dentro de el, empezó a reconocer y a identificar todo los cultivos y el momento de desarrollo de los mismos.
A simple vista el señor Wong, parece una persona entrañable y muy competente. Habla de manera técnica pero sin alardear de su experiencia, la cual es mucha. Lleva varios años trabajando en Sierra Leona en proyectos de desarrollo en agricultura y en especial con la caña de azúcar.
Después de la visita y de todas las ideas que de manera desinteresada me regaló, se ofreció a venir otro día para conversar.
Mi primera sensación fue muy positiva. Pensé que era un gran avance a la hora de estrechar lazos entre diferentes ONGD´s y proyectos que de alguna forma buscan un fin común, el desarrollo de la agricultura en Sierra Leona. Mi proyecto consiste en estudiar la viabilidad del invernadero, del desarrollo positivo de los diferentes cultivos y de su continuidad con respecto al tiempo. Que mayor continuidad que el compromiso de intereses comunes.
Pero aquí el tiempo es relativo y los compromisos más relativos aun, por ello en ningún momento me quise hacer ilusiones e interpreté su interés como algo formal.
Mi sorpresa fue infinita cuando el sábado pasado me llamó de nuevo al móvil para decirme si era posible pasarse a la misión para hablar conmigo. Encantado me pase toda la mañana esperándole en el porche con la ilusión puesta en su visita. Apareció pocas horas después y de manera muy amigable salió del coche ofreciéndome su mano. Se la estreche con gusto tanto a él como a su acompañante francés. Rápidamente saco una bolsa que contenía diferentes semillas y me dijo:
-          Mira Marco, te he traído estas semillas de tomate F1, las cuales son muy buenas para que las plantes en el invernadero. Tienen una gran capacidad de adaptación a las altas temperaturas y una resistencia  muy positiva frente a plagas y enfermedades. Siémbralas con cuidad ya que son muy caras y difíciles de conseguir.
Como podéis imaginar mi cara reflejaba tanto la felicidad como la incredibilidad de mi interior.


-          Muchísimas gracias señor Wong, no puede imaginarse lo feliz que me hace recibir esto. Si me dice cuanto le debo estaré encantado de pagárselas. -Le dije mientras miraba incrédulo la variedad del nuevo tomate que estaba impaciente por sembrar.
A lo que él me contesto:
-          No te preocupes, es un regalo. Lo único que quiero es que saquéis adelante el proyecto y de alguna manera contribuir al triunfo del invernadero en Sierra Leona. Lo único que te pido es que nos permitas tener un seguimiento. Nos interesa el invernadero y sobre todo la Misión.
-          Por supuesto señor Wong, a partir de ahora le mantendremos informado y si me lo permite nos encantaría visitar su proyecto en Makeni.
Hemos quedado el fin de semana que viene para visitar su proyecto y de esa forma estrechar lazos entre dos iniciativas que a la vez confluyen en un mismo cauce.




Para mí, la base de una buena cooperación para el desarrollo reside en la cooperación colectiva, no individual, como muchas ONGD´s ó empresas gubernamentales intentar implantar, por ello el trabajo se debe de analizar desde una perspectiva global en la que no exista una competencia a la hora de colgarse las medallas, sino una asociación positiva para convertir a las medallas en triunfos y a los beneficiarios en personas.



sábado, 29 de octubre de 2011

Tengo derecho a ser un niño


Salí de casa de los frailes en dirección a la “guest house”. De repente, como una sombra entre esquinas, noté la presencia de alguien inmóvil. Lentamente me giré sobre mis pasos y volví la cabeza. Mi linterna comenzó a subir tímidamente hasta que conseguí enfocar a un niño que se encontraba tumbado sobre el banco del porche.
Durante unos segundos me quedé enfocando al chico que apenas tendría 12 años. Quizás durante ese tiempo tuve la sensación de que únicamente mirándolo comprendería el por qué de encontrarse ahí tumbado. Dormía sereno, sin miedo, como si dormir en la calle se tratara de una costumbre para él. Entonces con suaves palabras le desperté. Su primera reacción fue taparse la cara. –Tranquilo, no te voy a hacer daño. ¿Por qué estas durmiendo aquí? Le dije mientras apartaba la linterna y la enfocaba sobre mi rostro.- Yo, solo quiero dormir.
Por primera vez en la vida tuve la sensación de haber recibido una paliza. No una paliza física, si no emocional. Sentí como me robaban las palabras, como si alguien en mi cabeza me impidiera soltar sonido alguno y me dijese.- Piensa otra cosa, esa no vale.
Salió José Luis y entre ambos pudimos entender que aquel chico no tenía otro lugar donde ir, donde dormir, donde poder soñar tranquilo. A lo mejor hace tiempo que dejó de soñar para solo regalarle al cuerpo, unas pocas horas de tregua. A lo mejor este chico hace tiempo que dejó de ser un chico y se convirtió en un superviviente. Pero esta es la realidad que hoy en día viven muchos niños y niñas en Sierra Leona. Niños y niñas, que por motivos ajenos a su persona, dejaron de serlo. Que viven diariamente cosas indescriptibles y que por supuesto ni ellos mismo se plantean el por qué.
Ni ellos mismos son conscientes del ahora.


Y entonces, dado que ellos no pueden preguntarlo, lo haces tú: ¿Por qué te ha pasado esto? ¿Por qué te está pasando esto? ¿Por qué no existe una solución?
Prácticamente 1 de cada 4 niños quedan huérfanos, privándoles de uno de los derechos más importantes de la persona: El derecho a ser niños.

Apenas existen precedentes sobre la adopción en Sierra Leona por parte de familias españolas. Hoy en día la mayor parte de las referencias que podemos encontrar corresponden a adopciones realizadas por familias norteamericanas. En mayo de 2009 el gobierno de Sierra Leona anunció la suspensión de los procesos adoptivos y la creación de un comité por parte de los servicios sociales del país, para trabajar en la redacción de una nueva ley de adopción.
Dese entonces, no se han producido adopciones. En los últimos 5 años, menos de 40 menores han sido adoptados y teniendo en cuenta que 4 de cada 10 niños mueren en el parto y que el 40 % no llega a edad adulta, ¿no debería de hacerse algo para agilizar este proceso que desde el 2007 se encuentra prácticamente paralizado?
Dado el elevado porcentaje de muertes maternas durante el parto (dos de cada ocho mujeres) es significativo tener en cuenta, la cantidad de niños que nada más nacer quedan huérfanos y a expensas de ser acogidos por otras familias.
Es triste bajar la cabeza cuando pasas al lado de alguien que no tiene nada. Aunque, es más triste mirar indiferente a alguien que carece de todo. Pero es aun más triste, apartar de tu camino a alguien que no tiene absolutamente nada. Y todo por un sentido burocrático que hoy en día, no hace mejor a nadie. 




Sierra Leona: individualmente globalizado

Cuando se habla de Sierra Leona, nos vienen a la mente, datos que aterrorizan nada más ser recordados. Entonces, de forma instintiva, suspiramos y bajamos los ojos hacia el suelo, como si de alguna forma sobre su tierra, estuviese escrita la solución final para acabar con tales estadísticas.
Pensamos en una situación global que afecta a 5 millones de habitantes y que la hacen situarse en el puesto 158 en el índice de desarrollo humano. Tenemos noticias de una guerra civil que duró 11 años y que se cobró 50.000 vidas, que devastó comunidades  enteras y dejó muchas más traumatizadas física y emocionalmente.
Hemos visto películas, documentales, cortometrajes, fotografías y hemos oído testimonios que forman parte de recuerdos que poco a poco van desapareciendo en la complejidad de nuestras mentes, de un lugar aparentemente olvidado.
Entras a formar parte de su cultura y sus costumbres. Empiezas a hacer amigos y empiezas a sufrir con sus problemas. Te duelen hasta las heridas que se hacen y sufres por la muerte de sus familiares. Entonces empiezas a conocer a Sierra Leona por sus verdaderos nombres: Mohamed, Ali, Adama, Bintha, Husman, Paul,… Y empiezas a interiorizar la verdadera historia de Sierra Leona, aquella que no te deja mirar hacia la tierra, si no a los ojos de quien te la cuenta.
En cada una de las familias hay una historia más sorprendente que la anterior. Y ya no se trata de una guerra civil, de los niños soldados o de un gobierno que se hace llamar democrático constitucional, no. Se han cumplido más de 20 años desde el estallido de la guerra civil en Sierra Leona y aun así seguimos recordando a este país por estos sucesos que de alguna forma nadie quiere recordar. Porque amigos míos, a la gente de Sierra Leona, no le gusta hablar de la guerra.
Buscamos la globalidad, y eso es algo muy bello. Pero no todo tiene que estar regido por este criterio. Es mucho más sencillo amar a cada uno de estas personas y comprenderlas individualmente. No como un país, si no como un nombre: Mohamed, Ali, Adama, Bintha, Husman, Paul,…






Si yo fuera,…

Si fuese un árbol, sería un COTTON TREE
Si bebiese de una palmera, sería de una MASANKI
Si fuera un saludo, sería WALLY WO
Si fuera un dolor, sería BODY THE WAAARM
Si pudiera quitar una enfermedad, sería LA MALARIA
Si pudiese elegir un presidente, sería INCORRUPTO
Si tomara como nunca, sería con POYO
Si comiera un dulce, sería el CANYAH
Si condujese sin destino, sería entre LA SELVA
Si fuera a una baffa, estaría en KAMAHERA
Si encendiese un fuego, estaría entre TRES PIEDRAS
Si fuese un hombre, sería  KIABAH WO KAHIYE
Si fuese una luz, sería la de una LUCIÉRNAGA
Si callera una lluvia, que la vea desde la GUEST HOUSE
Si estudiase una lengua, sería LIMBA
Si fuese una palabra, sería LIBERTAD

jueves, 6 de octubre de 2011

Verde que te quiero verde


¿Hay algún color más bonito que el verde? Si tuviese que definir los dos tipos de verde más importantes, serían: el verde esperanza y el verde naturaleza. Estos dos tipos de verde los he tenido y los sigo teniendo en las últimas semanas en el invernadero.
El verde esperanza, porque nunca renuncié a tenerlo. Creo que esta esperanza es la que nos hace fuertes y constantes en nuestros actos. Posiblemente es la más perdurable y la más satisfactoria. El verde naturaleza es la recompensa a un trabajo y a un esfuerzo. Es un resultado y a la vez un sueño.
Ahora imaginar un invernadero con nuevas plántulas dispuestas a crecer. Diversos cultivos: pepinos, judías, tomates, melones, pimientos,… que crecen entre las líneas como un aliento en invierno, fuertes, valientes y sin ningún tipo de complejo.
A lo mejor no son los cultivos mejores del mundo, pero eso no es lo importante. Ellos se sienten privilegiados por formar parte del primer invernadero de Sierra Leona, y yo me siento importante al formar parte de su crecimiento.

Ahora parece que las cosas empiezan a acompañarnos. No tenemos plagas y la temperatura ha bajado un poco, no lo suficiente, pero da tregua. Adama empieza a dominar las técnicas de cultivos y está familiarizada con la nomenclatura y la toma de datos. Estoy orgulloso del invernadero y sobre todo de Adama, ojalá todo siga como hasta ahora y podamos sacarlo adelante.
Ojalá el invernadero este verde, siempre verde.


Kadiwiona

No he dejado de recordar la última frase que me dijo mi padre: “Ten cuidado, que contra más tiempo llevas en un sitio, más osado te vuelves”. Y es cierto!!! Hace unos días, Rubén y yo decidimos hacer una pequeña excursión a una montaña que se encuentra en frente de la misión. El problema es que en época de lluvias hay tanta vegetación, que la gente local evita de todos modos subir a la montaña por miedo a resbalarse o a encontrarse con algún animal indeseado. Ahora es difícil encontrase con serpientes, ya que, la mayoría, se encuentran en zonas altas resguardadas de la lluvia, pero siempre hay animales que no puedes esquivar.
Salimos a las 16:00. Nada más salir, una trompa de agua empezó a descargar sin ningún tipo de compasión. Es difícil comprar una tormenta cuando vendiste hasta tu último abrigo para venir a Kamabai, pero aquí, las cosas son más fugaces que las decisiones y en cuanto nos dimos cuenta empezamos a ascender por la montaña. Tuvimos suerte y unos chicos nos acompañaron por todo el camino. En cuanto nos vieron acercarnos a la montaña corrieron tras nosotros. Siempre es una oportunidad poder ir junto a un blanco. “Los potos son ricos”!!,- dicen


El problema es la cantidad de vegetación que hay, hasta tal punto, que los niños iban quitando con machete las hierbas más altas. Pasamos por debajo de un árbol y por el movimiento de las hojas unas abejas que se encontraban en su panal, salieron y fueron a atacar a la persona que mas podían ver. A mí. 7 picaduras de abeja, tres en la cabeza, una en el cuello, dos en el brazo y una en la mano. Al principio pensé que había sido algo peor, porque nunca había sentido tanto dolor en la cabeza, pero conforme corría empujando a los chicos que tenía en frente, ellos reían y gritaban “bees”.
La verdad es que a simple vista no tenía ningún hinchazón y no me encontraba mal, así que seguimos subiendo. Llegamos a lo más alto posible y pudimos contemplar unas vistas de ensueño. La misión, que parece un punto de referencia, se vuelve ínfima con la inmensidad de las palmeras y el invernadero queda reducido a nada, mirándolo a través de los mangos.


Toca la hora de bajar, los chicos no tienen ni idea de cómo empezar a hacerlo. Tenía que haberos dicho que para subir trepamos por rocas y hierba, que si hubiésemos querido repetir bajando, habríamos firmado nuestra muerte. Al final los chicos encontraron el camino y después de 3 horas de marcha volvimos a la misión. Un gran día!!
Pasé una noche bastante mala y cuando desperté pude comprobar que tenía la mano hinchadísima. A penas se me distinguían los nudillos y un picor intenso me recordaba que mi cuerpo aun no está hecho para luchar contra este tipo de veneno. Un urbason y las pilas cargadas.
Decidimos seguir con nuestra aventura y al siguiente día decidimos, hacer una nueva marcha. Nos fuimos de nuevo, Rubén y yo de camino a Kassassi. Después de cruzar el pueblo y charlar con la gente, empezamos a subir por un sendero que ponía destino a la montaña más alta de la región de Kamabai. Teníamos por delante 4 horas para llegar hasta arriba y volver. El camino se desviaba continuamente y teníamos que hacer esfuerzos para recordar cada una de las bifurcaciones. De nuevo teníamos que pasar entre hierbas, pero esta vez el sendero era claro y no teníamos peligro de encontrar algún animal y pisarlo. El problema es la cantidad de roca con musgo, ríos y zonas mojadas que tenemos que pasar. Cada dos por tres tenemos resbalones y un mal paso aquí puede suponer un gran susto, como más adelante os contaré.
Después de dos horas y media de subida, estábamos muy próximos a la cima. Entonces comencé a encontrarme bastante débil. No sé si era el urbason o que simplemente había desayunado poco, pero mis fuerzas cada vez eran menores. Después de todas las marchas que he podido hacer con mi padre, volverme sin coronar lo más alto me ponía los pelos de punta. Pero, dado el problema que supondría quedarnos aislados en aquel lugar, decidimos volvernos y llegar a la hora de comer a la misión.
Empezamos a bajar y en ese mismo instante nos encontramos con un chico local, el cual, a la larga, supondría nuestro salvador personal. Este chico se llamaba Mohamed, y no tenía ni idea de inglés. Solo hablaba Krio pero conseguimos entendernos un par de frases. Es increíble hasta que punto podemos entendernos cuando existe una necesidad de hacerlo.
Cuando apenas llevábamos 10 minutos de bajada, Rubén, que se encontraba delante de mi, sufrió un resbalón quedándosele el pie derecho enganchado en una grieta. El ruido que salió de su pierna me puso los pelos de punta y junto con el grito de dolor que salió de su boca confirmaron el peor de los resultados: Se acababa de romper el tobillo.
Le tranquilicé lo que pude, pero no paraba de gritar, entonces le quité la bota y el calcetín y una pelota de tenis sobresalía de su tobillo.- No es para tanto-, le dije, pero dentro de mí el miedo empezaba a dominarme por completo. Mohamed, que se encontraba junto a nosotros nos miraba tranquilo, sereno y sonreía cada vez que me llevaba las manos a la cabeza pensando que hacer. Le expliqué que la única solución era que bajara rápido al pueblo (Kassassi), pidiendo ayuda y que vinieran a buscarnos. Estábamos a 2 hora y media del pueblo, más la otra hora y media de subida, suponían tres horas que teníamos que aprovechar en nuestro beneficio. Mohamed salió como una bala y entonces decidimos que no podíamos quedarnos allí, que los mosquitos nos comerían vivos.


Ahora el mérito de Rubén es incalificable. Aun con la pierna como la tenía, apoyado en mí, y con mareos cada dos por tres, conseguimos bajar durante 1 hora con un paso de tortuga. No teníamos agua y tampoco cobertura así que nuestra única esperanza era que desde el pueblo hubiesen salido en nuestra búsqueda. Eran las 14:00 y aun nos quedaban 5 horas de luz, en 5 horas teníamos que llegar al pueblo como fuese. Entonces en ese momento empezamos a escuchar voces y rápidamente vimos como desde la frondosa maleza a parecían unas diez personas que venían en nuestra búsqueda. En un perfecto inglés nos dijeron que venían a por nosotros y directamente cargaron a hombros a Rubén. La velocidad de bajada del chico que cargaba con Rubén, era mucho mayor que la que podría llevar yo en línea recta y corriendo. Además, destacar que todos iban descalzos.
Después de una hora turnándose entre los salvadores y el paso de Rubén, empezamos a distinguir la montaña y el árbol que marcan el camino del pueblo. Un Cotton tree, posiblemente el más bonito que haya visto nunca.
De repente un claxon sonó como un ahogado eco de salvación, estaba José Luis esperándonos con el coche. Por fin!!!
José Luis nos contó que había llegado un chico desde Kassassi diciendo que había dos blanco en la montaña de Kassassi, que les habían ido a buscar los locales pero que no tenían cobertura para llamar a la misión.
Después pensándolo muy tranquilamente he llegado a la conclusión que Mohamed estaba allí con nosotros porque de algún modo tenía que estar. Podía habernos pasado caminando en cualquier momento, pero prefirió durante 15 minutos acompañarnos en nuestra bajada. Pensamos que no entendía nada, pero de alguna manera nos salvó de un gran susto. Antes de ver las fotos en el ordenador, creí que no iba a salir en ninguna, como si las fotos que nos hicimos junto a él, iban a estar veladas por algún hecho inexplicable. Pero no es así. El sale en las fotos y esta es su cara.


Soy consciente, y cada día más que hay que tener mucho cuidado por donde se pisa, por donde se anda y sobre todo con quien vas. Esto me sirve para tomar conciencia de mis actos, para no volverme osado y sobre todo para ver que aun existen ángeles dentro de las espesuras de los bosques.
 “A veces las cosas suceden como suceden, no hay que acobardarse, sino tranquilizarse y pensar cómo salir de la situación, porque todo tiene un final y los mejores finales son aquellos por los que se lucha de forma incansable”.



Pa Bangura

Hombre pintoresco donde los haya. Curtido por el paso de los años y con un historial de trabajo envidiable. Así es Pa Bangura, uno de los últimos grandes maestros de Kamabai cuya calidad humana marca la diferencia entre lo bueno y a lo que todo el mundo quisiéramos aspirar en la vida.
Vive en lo alto del camino, en frente de la Misión, junto a un mango y la casa del sobrino del presidente. Le encanta salir a su porche y relajarse en él. Ver a las personas pasar y de vez en cuando saludarles efusivamente con la mano.
Posiblemente el otro día viviera una de las grandes experiencias de mi estancia en Sierra Leona. Algo tan sencillo como este hecho, como este acto, como este sueño, pueda significar uno de los momentos más auténticos y bellos de toda mi vida.
Me encontraba en el invernadero trabajando junto a Adama y Ali. Estábamos, como no, terminando de cambiar la tierra del invernadero. De repente una melosa canción empezó a salir desde lo más alto de la carretera hacia Kabala. Rápidamente volví la mirada hacia a Adama y la pregunté que sucedía. Ella solo sonrió y me invitó a salir junto a ella.

Desde el otro lado de la valla crecía, como una serpiente saliendo de su madriguera, una fila de chicos y chicas que provenían de la escuela primaria y secundaria. Vestidos con sus uniformes inmaculados y cantando con dulzura, se dirigían hacia la casa de Pa Bangura.

Pa Bangura hace pocos años se jubiló como profesor  de la escuela primaria de Kamabai debido a una trombosis y a su edad. Como consecuencia de ello, cada año, los profesores de la escuela junto con sus respectivos alumnos dedican un día de comienzos del curso para rendirle un homenaje y hacerle una visita. Esto se hace desde hace varios años y cada año que pasa, Pa Bangura crece más como persona y como profesor.

Las canciones le dan las alas que necesita para moverse y las sonrisas de los niños la fuerza para levantarse un nuevo día y ver pasar las generaciones que año tras año él fue formando.
Un reconocimiento, una palmada en la espalada, un “bien hecho”, un “enhorabuena por tu trabajo” son cosas sencillas que pueden hacer sacarte una sonrisa, que pueden dar un sentido a tus actos y que sobre todo, puede cambiar tu vida. No es tan difícil valorar las cosas buenas que hacen los demás, es más sencillo de lo que parece, solo basta con: ver en vez de mirar, de sentir en vez de pasar, de ser en vez de estar y de querer en vez de dejar.